Informe «Ut cum tremendis iudicis»
Sobre el texto «Un nouveau visage pour l’eglise» de Mons. Albert Rouet, Arzobispo de Poitiers (Francia)

 

1ª Parte: Análisis del texto

La obra ha sido realizada por Mons. Albert Rouet en colaboración con las siguientes personas, unidas íntimamente a su acción pastoral: Eric Boone (llamado laico leal), Gisele Bulteau, laica encargada del acompañamiento de las comunidades locales (sic), más un Vicario Episcopal, el P. Russeil y el Director del Centro Teológico de Poitiers, el P. Talbot.

Los autores expresan, ya desde el inicio del texto, la voluntad de “seguir otra vía” a las hasta ahora empleadas en la organización de la Iglesia, una vía “que exprese por sí misma la finalidad de la reforma”, es decir “no organizar la vida parroquial de esa diócesis a causa de la disminución de presbíteros de año en año” sino que es necesario leer la situación “como una llamada del Espíritu”. Resulta significativa pues, la carga de iluminismo con que los autores parten como premisa a las que van a ser sus determinaciones jurídicas.

Desea Mons. Rouet que los responsables de las comunidades locales (al denominarlas así parece que las parroquias sean comunidades indígenas amazónicas, por cierto) estén “fuertemente implicados en una búsqueda audaz para que la Iglesia de Poitiers tenga otro rostro”. En el fondo no buscan hacer más genuinamente cristiana y eclesial el rostro místico de la Iglesia de Cristo que peregrina en Poitiers, más bien confiesan su afán audaz de novedad, ciertamente en un ansia de un nuevo rostro mediático de la Iglesia (el afán de modernidad y progreso que fueron propios del modernismo de inicio del siglo XX y del progresismo de la 2ª mitad del mismo).

La opción sistemática de la Reforma (algo así como el Plan Pastoral de Barcelona de Agrupación de Parroquias en el que el C.E.P. intenta colar principios muy parecidos en sus Cursos de Formación de Agentes de Pastoral) es:

-por una parte: distinguir la estructura a establecer de su función y animación por personas que recibirán la misión de hacer viva la Iglesia en un sector (Agentes de Pastoral)

-por otra parte: rechazo a emprender una reestructuración que gire alrededor de la residencia del sacerdote, en una palabra y como ellos confiesan “pasar del estado de laicos que giran alrededor del sacerdote para ayudarlo” a “comunidades reales responsables con un sacerdote a su servicio”. Detestan (y hacen orgullosa ostentación de ello) la existencia de laicos entendidos como “adjuntos comprometidos” pero en realidad “borrados y anulados” en su status laical…

Para ello vindican que cada equipo de animación local (sic) esté formado por tres personas con tres responsabilidades:

1. Anunciar la fe 2. Rezar 3. Servir al hombre

Confiesan que sin esta opción sistemática radical se hubiera favorecido el poner al sacerdote a la cabeza del conjunto y el “pastor” (sic) hubiera podido acceder al control de todo lo que sucediera en el territorio que le está confiado.

¡Increíble revanchismo de poder en la concepción de Iglesia el que nos anuncia el prelado y su equipo!

De esta manera anuncian que “no se trata de reemplazar al sacerdote por uno o varios laicos en estructuras pensadas, hechas y dirigidas por ellos”. Hay que proceder a una refundación de la Iglesia, a una “revolución copernicana”. Tal cual suena.

Abogan por que cada equipo se encargue de un sector diocesano y que muy especialmente esté al “servicio de la comunidad humana” trabajando muy ligados a la misión especial de los movimientos apostólicos y los servicios de la Iglesia.

Mons Rouet dice que este es “un papel diverso para los sacerdotes en la Iglesia que está adquiriendo (sentido hegeliano del proceso) un nuevo rostro” concebida como “el pueblo de Dios que osa crear e innovar una comunidad dinamizada por el soplo del Espíritu” y realizar una inculturación que solo es posible si se asume una responsabilidad: la de servir a la inculturación del Evangelio en una sociedad en plena transformación. Seguidamente pasa a definir la gran fragilidad de la Iglesia tal como está organizada actualmente, recordándonos todo lo que ya afirmó en el texto que el dominico Mons. Pierre Raffin publicó sobre sus conversaciones con Yves de Gentil- Baichis en “La chance d´un christianisme fragile”.

Resulta paradigmático que para él todas las estructuras de Iglesia heredadas del pasado resulten frágiles e inadecuadas para los “tiempos modernos” así como las respuestas dadas hasta ahora a los constantes retos y desafíos.

Él en cambio, como bien subraya un sacerdote de su misma diócesis en la página digital de la revista “Esprit et Vie” de Editions du Cerf “todo lo sabe, tiene todas las soluciones” se encuentra segurísimo de sí” sin dar ninguna muestra de debilidad o fragilidad. Pura mentira –dice- aunque éste reciba el apoyo del obispo de Metz” (que por cierto es Mons. Pierre Raffin, responsable de la Conferencia Episcopal Francesa sobre Ministerios Ordenados) ¿Habéis descubierto ahora la cuadratura del círculo? ¡Nosotros sí!

Mons Rouet ya quiso sorprender y “romper” en el año 1974 con la prologación que realizó al volumen “Prêtes mariés, nos frères” (Sacerdotes casados, nuestros hermanos”) así como con los textos que publicó siendo obispo auxiliar de Paris “La confiance du veilleur” (1996) y “Aimer pour vivre” (1999)

Pero lo malo no es lo que escribe, afirma o decide Mons. Albert Rouet para su diócesis de Poitiers, sin duda de una gran gravedad.

Lo malo es que nadie en nuestra archidiócesis de Barcelona decida pararles los pies a los responsables del C.E.P. que aquí le idolatran y secundan, no con su fervor íntimo y personal, si no dejándoles al frente de los Cursos de Formación de Agentes de Pastoral, manipulando y deformando la conciencia y la mentalidad no de unos supuestos laicos que acudirían a tales cursos por propia iniciativa, si no a los laicos de nuestras parroquias a los que se les ofrece la oportunidad de realizarlos como una necesidad para los “arciprestazgos” en vistas al “futuro Plan Pastoral”. Cursos que un equipo de “apóstoles peregrinos” lleva a nuestros arciprestazgos y parroquias.

Hay que desautorizar públicamente la continuidad de esos Cursos. Dejar muy claro que nuestro Plan de Pastoral en su versión de Agrupación de Parroquias no pasa por esas concepciones eclesiológicas. Hay que subrayar que el munus regendi (el oficio rector) que recae sobre la responsabilidad de nuestro Cardenal Arzobispo, no reposa en esa línea pastoral ni va a discurrir por esos derroteros el futuro de la misión pastoral conferida a nuestro laicado.

Y si nos equivocamos y realmente desea nuestro Arzobispo que se dimensionen así las cosas que se diga claramente. No valen tapujos, ni medias tintas, ni circunloquios. Dígase sí si es sí o no si es no. Y sabremos a qué atenernos.

 
2ª Parte: Los errores de este planteamiento

1.-Un método “revolucionario” pero muy poco católico.

El lenguaje que se aplica es eclesialmente rupturista, se habla de “otra vía”, de “métodos innovadores”, de “cambiar las frágiles estructuras de la Iglesia” e incluso de “revolución copernicana” y se apela al impulso del Espíritu Santo. Es como si estas personas se consideraran a sí mismos como un supuesto Concilio Vaticano III que revoluciona la Iglesia y sus estructuras, a imagen de lo que hizo el Vaticano II, pero sin necesidad de convocar a todos los obispos de la Iglesia ni por supuesto al Papa.

La metodología no es nada católica, viene a ser bastante protestante, una libre interpretación de lo que tiene que ser la Iglesia sin la necesaria comunión eclesial. Aplicándole de forma independiente, por su propia cuenta y riesgo.

2.-Los laicos toman el poder

Aunque afirman que estos cambios no responden a la crisis de vocaciones sacerdotales, está claro que está marcado por la escasez vocacional, y más concretamente a la limitación de sacerdotes que puedan seguir con un planteamiento eclesial progresista.

Ante esta situación se opta por promocionar al laicado dándole responsabilidades que les convierten en los amos y señores de la Iglesia.

Promocionar a los laicos es bonito y necesario, pero el objetivo oculto de este planteamiento es el de suprimir la estructura jerárquica de la Iglesia. Los laicos hacen y deshacen en sus comunidades y en sus responsabilidades eclesiales sin necesidad de someterse ni al sacerdote, ni mucho menos al obispo o al Papa.

3.-El sacerdote es un simple “mago” al servicio de los laicos.

¿Dónde queda el papel del sacerdote en esta revolucionaria Iglesia?, pues en su mínima expresión. La Iglesia la llevan los laicos, pero como aún no se les da la posibilidad de celebrar los sacramentos (de momento, todo se andará), el sacerdote tiene que actuar como un simple profesional de los sacramentos, acudir a la petición de los laicos para que como un “gurú” diga las palabras mágicas de los sacramentos y luego se vuelva por donde ha venido sin intervenir para nada en la organización pastoral que únicamente compete a los laicos.

Pero con este planteamiento, bien pocos querrán hacerse sacerdotes, por lo que el siguiente paso sería la celebración de los sacramentos por parte de los laicos sin ningún tipo de consagración.

3ª Parte: La aplicación de estas ideas en Barcelona

Está claro que el CEP y algunos de los sacerdotes de la “U” y de sectores progresistas de nuestra diócesis están encantados con estas teorías. Las vocaciones sacerdotales escasean en nuestra diócesis (no en otras como Terrassa o las que son fieles al Magisterio), y para remate las que hay no son para nada del gusto de ellos. La solución es clara: formar laicos para que lleven las parroquias y responsabilidades pastorales en la misma línea que lo hubieran hecho ellos. Es como el padre que no ha tenido hijos, pero que confía su obra a otros “hijos de adopción” (los laicos).

Nuestro arzobispo y próximamente cardenal, sigue aplicando el famoso sistema de “tapar forats” (tapar agujeros), intenta mantener la actual estructura parroquial y diocesana con el clero con el que cuenta, no deja jubilarse a los párrocos a los 75 años, y los intenta aguantar todo lo que pueda (quizá hasta que él se vaya), y ante la muerte o baja de sacerdotes, lo tapa como puede, por ejemplo con administradores parroquiales. Pero ¿hasta cuándo podrá aguantar este sistema?

Por otra parte, el arzobispo es consciente de lo que se está enseñando en el CEP, y no dice nada, ni detiene los mecanismos de esa estructura paralela que quieren construir a base de laicos preparados para dar el asalto y empezar a tener responsabilidades importantes con la mentalidad francesa antes comentada.

Decir lo que va a pasar en este momento es ciencia-ficción (iglesia-ficción), pero iremos viendo próximos movimientos, tanto por parte de nuestro próximo cardenal, como de los párrocos de algunas iglesias, encantados de la vida con este sistema de renovación revolucionaria.

Solamente una última constatación, en nuestra diócesis de Barcelona este sistema “francés” ya se ha puesto en marcha en un número importante de colegios religiosos. Los hermanos, religiosos o monjas, al quedarse sin vocaciones han dejado los colegios en manos de “laicos cualificados”, la realidad no es ningún misterio, la mayoría de esos colegios sólo son religiosos de nombre, porque esos maravillosos laicos están muy preocupados por las cuestiones académicas, deportivas y de instalaciones de esas escuelas pero muy poco o casi nada por el crecimiento espiritual y cristiano de sus alumnos. Lo mismo que podría suceder con nuestras parroquias, convertidas en unas simples ONG’s o en “Centros Parroquiales” como el de Entrevías.